Estoy en mitad del mar, y estoy flotando. Es algo casi instintivo. Es algo que todos podemos hacer. El mar me golpea, me trae y me lleva, pero no me hundo, que ya es mucho. Trago agua, un poquito, pero adoptando la postura adecuada y manteniendo la boca cerrada eso tiene solución.Estoy a salvo. Puedo flotar eternamente. Me vienea la cabeza la imagen de un ahogado. Puedo flotar incluso muerta...
Empiezo a nadar. Lo hago bastante bien,aunque no se hacia dónde ir. Lo soluciono pensando un poco, razonando, atando cabos...tengo que ir hacia allí. Me lo creo. Creo que es la mejor elección. Y voy. Nado y floto , nado y floto. Voy alternando para descansar, pero me doy cuenta de que los ratos que no nado me alejo de mi destino, retrocedo lo ya nadado.
Necesito un ancla, algo que se hunda en el fondo y se clave fuertemente para que la corriente no me arrastre cuando me canse de nadar. Puedo llegar sola, pero necesito un ancla.
El ancla existe, y está, pero hay que verla, ya está encontrada.
ResponderEliminarUn abrazo, y bello.
Cuidado con las anclas, nos inmovilizan...
ResponderEliminarUn saludo
Está, lo sé Javier, pero a veces parece que no. Es el vértigo de pensar que no está.
ResponderEliminarUn beso.
Dyhego, es verdad, hay que tener cuidado, hay que usarla para lo que es.
Otro Saludo