(...) No puedo elegir, me quedo aquí,
entre olas verdes y montañas azules

(Kirmen Uribe)

martes, 22 de junio de 2010

El final del día


Sabía que las cosas tenían que cambiar, pero apuraba los días , las horas y los minutos, queriendo frenarlos, intentando fijarlos en mi memoria sin perder detalle. Si hubiera podido detener el tiempo lo hubiera dejado allí suspendido, en alguna de aquellas conversaciones o alguno de aquellos instantes que para mí eran suficientes.


Mientras subía las escaleras con la mirada perdida en el suelo y los ojos a punto de ahogarse, me daba cuenta de que las cosas ya nunca iban a ser iguales. Miré a mi alrededor y todo seguía allí, como lo había dejado unos minutos antes, pero ya nada era lo mismo. Y maldije el tiempo y a la gente y a mi mala suerte, en la que no creo, pero la maldije porque la rabia siempre busca culpables...Y por unos instantes dejé que se me hundiera el mundo. Lo necesario para no desbordarme, lo justo para poder volver.

2 comentarios:

  1. Lo bueno de hundirse es que cuado ya has llegado al fondo, zas, golpeas el suelo y subes a la superficie con más fuerza.
    Salu2.

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  2. Dyhego,es cierto, pero supongo que no es lo mismo hundirse en las Fosas Marianas, por ejemplo, que en una piscina hinchable del Alcampo, digo yo.
    Besos.

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