(...) No puedo elegir, me quedo aquí,
entre olas verdes y montañas azules

(Kirmen Uribe)

viernes, 4 de junio de 2010

Adoquines


Aunque no es muy cómodo para andar con tacones,me encanta el suelo adoquinado de algunas zonas del casco viejo de Zaragoza. Además, no suelo llevar tacones, sobre todo cuando salgo de casa con la intención de callejear. Las plazas, las pequeñas tiendas, algunas tan originales, las terrazas, ahora que hace buen tiempo, y la cantidad de gente que pasea sin prisa, a diferencia de lo que pasa en otras ciudades, forman parte de ese ambiente tan propicio para dejarse llevar y no tener en cuenta el tiempo.
Los otros adoquines, los de caramelo, esos son los que me intrigan. ¿Alguien se habrá comido alguna vez uno entero, de principio a fin? Los hay de varios tamaños, pero incluso el más pequeño me parece algo interminable.
Lo mismo que intentar terminarse a lametazos un adoquín de los de tamaño XL, que igual son de un kilo, eso mismito es lo que me pasa ahora. Veo un pedazo de adoquín, impresionante, no puede haber uno más grande. Lo desenvuelvo, y dentro me sale una jota del tipo:

Estaba ayer sulfatando
los manzanos de mi pieza,
y al verte por el camino
sentí perder la cabeza.

O de este otro tipo:

Cuando te ronde esta noche
échame una clavelina,
pero procura que sea
sin maceta, prenda mía.

¡Qué mensaje tan bonito!, pienso. Un poco rudo, pero tierno a la vez, vamos, muy como somos nosotros, los de aquí. Y me guardo el envoltorio-libreto del adoquín, por el valor artístico de las jotas, por supuesto, pero también porque uno sabe cuando empieza a comerse un adoquín, pero nunca sabe cuándo se terminará...en el caso de que se termine. Y después de unos cuantos de cientos de miles de lametazos, chupetones y algún intento de hincar el diente, el adoquín ya no puede estar más pegajoso, pero eso no mengua. Es duro, duro como una piedra.


Yo creo que las murallas de Zaragoza y la Puerta del Carmen están hechas con estos adoquines...y creo que mi muro también, con jotas y todo, de esas que las lees y dices: el mensaje de fondo es hasta bonito. Pero muy en el fondo.


El adoquín, en realidad, es muy parecido al aragonés de toda la vida. Esta es la prueba...



2 comentarios:

  1. Me he partido de la risa, Maite. Lo que no comprendo es esa especie de vergüenza que tienen las muy nuevas generaciones de aquí con respecto a estos temas, cuando este hombre es de una lógica aplastante y de una ternura sin igual, frente a la cháchara del operador. Algo así hubiera contestado mi suegro, agricultor de toda la vida, si le van con esas. Que no le irán, porque no tiene "telefonillo". Adoquín dulce. Cuando construyo muros, también son de adoquines. Pero son duros, ya lo creo;-)
    Un fuerte abrazo.

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  2. Olga, yo lo he escuchado varias veces porque el hombre me parece genial, pura lógica como tú dices.
    Los muros de adoquines, por lo menos, son dulces, es lo bueno... a mí el dulce me puede.
    Besos.

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