Gerardo volvió de Estados Unidos fascinado. Cuando un año antes decidó pasar allí el último curso de su carrera andaba bastante perdido, sin tener claro hacia dónde encaminar su vida, cómo empezar su trayectoria profesional y en definitiva cómo ganarse el pan de cada día.
A su regreso era otro hombre. La lección que le abrió los ojos definitivamente fué esa irresponsabilidad que tienen los americanos ante cualquier cosa que les ocurre. Observó que siempre había un culpable de todo lo que sucedía, un tercero, otro...y ese otro siempre terminaba pagando su culpa. Literalmente. Pagando grandes sumas de dinero para compensar el daño, el agravio, el trauma.
Gerardo decidió que el resto de su vida iba a ser un agraviado, un agredido, un perjudicado o un damnificado. Y se ganó la vida muy bién. Durante muchos años. Su rutina diaria era buscar culpables de cualquier cosa que le sucediera y denunciar. Y si no le sucedía nada, lo provocaba, lo fingía o lo inventaba. Su existencia terminó siendo una búsqueda de causas y efectos que siempre terminaban en un juzgado, y muchas veces con interesantes resultados económicos para él. Como cuando atropelló al chaval que salió corriendo de detrás de un coche que había en doble fila y denunció a los desgarrados padres porque el cuerpo de su niño había abollado la carrocería. Y además les pidió una compensación económica por el trauma que le causó matar a un niño, sin tener la culpa.
La mañana que su médico le comunicó que tenía un cancer galopante con metástasis empezó a hacer el listado de posibles culpables: Tabacaleras, su médico el primero,por supuesto, la compañía de la luz, el fabricante del microondas...no sabía quién más podría ser responsable de aquello tan terrible, pero el que fuera iba a pagar por ello. Iba por el hall del hospital embebido en sus pensamientos cuando el capellán del hospital le llamó:
-¡Gerardo!, ¡que tristeza cuando lo he sabido!..Ahora tienes que ser fuerte para afrontar lo que te espera y resignarte. Son las cosas que nos manda Dios.
¡Dios! Dios era el culpable de aquello. El máximo responsable. Aquello no se iba a quedar así. Corrió a la comisaría a poner la denuncia, ante a perplejidad del agente, que no se pudo negar a cumplir lo que pensaba que era la última voluntad de un loco moribundo.
Dias después Gerardo recibió la citación en su domicilio. Decía así:
JUZGADO DE LO CELESTIAL NÚMERO UNO.
Asunto: Juicio divino.
Muy señor nuestro:
Le citamos mañana, 25 de abril, al atardecer, a comparecer ante este tribunal en relación a la denuncia cursada por usted.Lamentamos decirle que su abogado habitual no podrá acompañarle, no tiene autorización para acceder al recinto. Tampoco podrán acompañarle los testigos, pero no se preocupe, lo hemos visto todo...desde hace 54 años. Está todo grabado y lo aportaremos como prueba.
Recordarle también que en nuestro sistema judicial no existe la conmutación de la pena ni la reducción por buén comportamiento y que la media de años que nuestros condenados permanecen cumpliendo la sentecia es aproximadamente, la eternidad.
Sin otro particular nos despedimos hasta mañana no sin antes desearle que tenga un buén "tránsito". En el caso de que no fuera así, le recordamos que disponemos de hojas de reclamaciones a disposición de los usuarios.
Gracias por confiar en nuestro sistema judicial.
Atentamente.
Dios.
Vaya entrada ¿eh? te hace pensar mucho...pero mucho...
ResponderEliminarfelicidades por ella.
Gracias Javi.
ResponderEliminarUn beso.
¡Genial!, es la palabra.
ResponderEliminarUn saludo
Muchisimas gracias Churricos, ¿No serás un editor?, jeje.
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