(...) No puedo elegir, me quedo aquí,
entre olas verdes y montañas azules

(Kirmen Uribe)

miércoles, 15 de abril de 2009

Cinco monedas


Una, dos , tres, cuatro, cinco. Una, dos, tres, cuatro, cinco...

El chico contaba una y otra vez las monedas que sacaba de su bolsillo. Las volvia a guardar, pero su mano permanecia en el bolsillo, jugando nerviosa con ellas, hasta que las volvía a sacar .

Una, dos, tres, cuatro y cinco, contaba de nuevo como si no acabara de creerse que siguieran alli.

Las cinco menos diez. El chico paseaba calle arriba, calle abajo y cuando pasaba por la puerta miraba el reloj, sacaba las monedas y volvía a contar: una, dos, tres, cuatro, cinco.


Hoy las cosas van a ser de otra manera, pensaba mientras los dedos acariciaban las monedas dentro del bolsillo. Volvia a mirar el reloj un minuto después. Aún queda mucho. Y de nuevo recorría la calle hasta el semáforo de la esquina y volvía hasta abajo, clavando su mirada en la puerta de la tienda, como si pudiera atravesarla con el pensamiento.

A las cinco en punto todavía no había llegado nadie. El chico miraba nervioso a ambos lados de la calle,y volvía a mirar el reloj.
A las cinco y seis minutos llegó el librero.Le observó como subía la persiana desde el portal que estaba pegado a la tienda, y cuando se encendió la luz no esperó más.

Una, dos, tres, cuatro, cinco..contó las monedas una vez más y entró. Saludó y se dirigió al cajón de madera que había sobre un lado del mostrador. Tiene que estar, ayer estaba aquí.¡Ja!, ¡aquí está!. Dejó los cinco euros en el mostrador como si esas cinco monedas ya no le importaran nada y corrió a casa de su abuelo.


Cuando el hombre tuvo el pequeño libro en sus manos fué como si se quitara másde setenta años de encima y lo recordó todo una vez más: Estaba a punto de cumplir ocho años y fué con su padre a la tienda a elegir su regalo. Cuando vió el librito lo tomó en sus manos y mientras su padre charlaba con el dueño, el escribó su nombre en la primera página con una caligrafía inmaculada.

-Son cinco pesetas, dijo el librero.

-Fernando, déjalo y elije otro ,sólo llevo cuatro monedas, le dijo su padre, que cuando vió que había escrito en el libro, dejó las cuatro monedas sobre el mostrador, se lo devolvió a librero disculpándose y a él lo sacó de la librería de la oreja. Ese fué su regalo de cumpleaños de ese año.


El hombre no podía creer lo que veía cuando en la primera página encontró su nombre escrito con una caligrafia infaltil perfectamente trazada : Fernando López Anzola.

El chico sintió que nunca habia utilizado sus cinco monedas de la paga tan bién como ese día.

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