Por fín es otoño...y hablando de estaciones...

Las estaciones pueden ser sitios tremendamente aburridos. Sobre todo si toca esperar mucho rato. Cuando voy sola, casi siempre hago tiempo leyendo, pero a veces, si estoy muy cansada, me relaja mucho más sentarme a ver pasar a la gente arrastrando sus maletas, y ponerme  a imaginar qué otras cosas arrastran con ellos.
A mí en realidad me gustan las estaciones. Igual tiene que ver con que mi abuelo fuera ferroviario y le gustaran tanto los trenes. Igual es porque soy muy curiosa. El caso es que me gustan.
Ayer estuve en Atocha. Parece que fué hace una semana, pero fué ayer, y entre patatas fritas y pepitos de lomo, hacíamos tiempo y hablábamos de todo un poco. Después de tres días de los intensos, densos y todo lo que diga es poco, deberíamos haber hablado del otoño caluroso que estaba a punto de empezar, de fútbol o de las solicitudes de amistad del Facebook, pero no. Es lo que tienen las estaciones, que provocan conversaciones profundas del tipo "¿Qué es la felicidad?"...eso si, pendientes del reloj y de la pantalla de próximas salidas.
La felicidad es vivir sin miedos, soltó uno de mis compis. Y me dejó KO. Luego todos al tren, cada uno en su sitio, en asientos separados y fin de la conversación. A darle al tarro....¡No estoy de acuerdo!, pensé mucho antes de llegar a Guadalajara. Miedos va a haber siempre. Lo que hay que hacer es saber torearlos.
Y me fuí al vagón cafetería a seguir toreándolos.
Hoy he visto una frasecita en Facebook que sí me ha gustado:

La dicha de la vida consiste en tener siempre algo que hacer, alguien a quien amar y alguna cosa que esperar...

(No sé de quién es).
(En la imagen, la preciosa estación de Canfranc).