Como cada fin de semana esta mañana los niños han jugado al tenis. Los Sábados por la mañana preguntan -¿hoy hay tenis?, -si, claro, en un ratito nos vamos, -¡bieen! gritan, y se van a preparar sus raquetas.
Hoy les he estado viendo jugar un rato y me he dado cuenta de que el tenis es un asunto muy serio para algunos padres. El tenis, o cualquier otro deporte o afición que practiquen sus hijos.
Carla es una niña que lo hace muy bién para la edad que tiene, pero no se lo pasa bién entrenando, y su padre tampoco lo pasa bién porque cada fallo de la niña es un gesto de disgusto en su rostro y una mirada de reojo de la niña a ver que piensa el padre de su error. La niña se esfuerza por hacerlo todo bién, perfecto, por ser la mejor, pero no cruza una palabra con sus compañeros de pista, niños y niñas de 7 y 8 años, como ella. Los niños enredan, bromean, se rien, cosa que molesta mucho al padre de Carla, porque allí están para aprender a jugar a tenis.
Cada vez que Carla hace un buén saque o una buena bolea el padre la jalea -¡bién Carla!. Cada vez que otro niño lo hace igual de bién es el propio crio el que se alegra, sonríe o aprieta el puño diciendo - ¡toma!. Cuano Carla falla una bola, allí está su padre, que no demuestra tenerle ningún respeto al entrenador, para decirle: -No, Carla, así no, cuando golpees adelanta el pié izquierdo.
Al rato llega la madre de la niña, de impecable presencia, alta y tiesa como una vela, le pregunta al padre-entrenador qué tal va, y la observa con gesto serio....¿será que la pobre niña no ha hecho hoy los progresos esperados? ¿será que temen que la niña no aproveche el tiempo?.
Mientras Carla entrena para ser muy buena y contentar a sus esperanzados padres, los demás niños juegan al tenis. El monitor les tiene que mandar callar más de una vez. -¡Santi!- le grita al mío, -Quítate el cono de la cabeza, venga, y vuelve a la fila. El padre de Carla tiene ya la vena hinchada, su hija intentando convertirse en una número uno y los niños de ocho años allí jugando... Los mira con despecio, como pensando que son unos pobres desgraciaos que nunca llegarán a nada. Yo veo jugar a los niños, los veo troncharse de risa y además darle a la bola cada día mejor y pienso que mientras se sigan divirtiendo seguirán aprendiendo tenis...o cualquier cosa que hagan.
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