El frío en la cara, el olor a pino, el sonido de las cuchillas de hierro agujereando el hielo, los rayos de sol buscando con fuerza el camino entre los árboles, la forma perfecta del acebo, y el boj bordeando el camino, un puñadico de nueces con chocolate, un traguito de agua en el momento adecuado; La nieve en mis manos..y yo hundida en la nieve. La sensación de ser insignificante y a la vez de tener el mundo a tus pies. Un bocata de jamón y queso que sabe más rico que la cena de Navidad y el silencio...y el azul rodeándonos. No se puede pedir más. Peña Oroel estaba preciosa , con esa luz de invierno y el horizonte limpio, limpio.
Según lo cuentas, dan ganas de salir corriendo, y plantarse ahí....con la cantiplora de agua, y otro bocata de jamón y queso, y el segundo de tortilla de patata, por si acaso jejeje..
ResponderEliminarBesos...
¡Yo me llevo la birra, que no falte!
ResponderEliminar¡Qué bonito lo has contado!
ResponderEliminarLa Madre Naturaleza te está llamando. jeje!
Un abracico.
Lo del bocata de tortilla me lo apunto para la próxima, que no es por nada, pero sale requetebuena.
ResponderEliminarUn beso.
Dyhego, tú si que sabes. La birra fundamental para acompañar el bocata de tortilla.
ResponderEliminarUn beso con puntillo.
Marocha, lo cuento bonito porque fué así. Y oye, lo de la llamada de la naturaleza, ya sabes lo que digo siempre: "si hay que ir, se va".
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