(...) No puedo elegir, me quedo aquí,
entre olas verdes y montañas azules

(Kirmen Uribe)

martes, 16 de noviembre de 2010

Espejito, espejito...


La madrasta de Blancanieves, esa gran desconocida, ¿Cómo se llamaría?, era muy mala pero no tenía un pelo de tonta. Lo del espejito mágico era una excusa como otra cualquiera, porque ni era mágico ni nada. Ella se miraba al espejo y veía lo malísima que era, y ella ya sabía quién era la más guapa, porque tenía ojitos en la cara. Para ver sólo hay que mirar.
Algunos días yo paso de largo, varias veces, delante del espejo. Lo ignoro, porque no sé si me va a gustar lo que vea. Porque cuando noto que la imagen que me va a devolver  empieza a parecerse a algo que no soy yo y que tiene que ver con resignarse o renunciar, prefiero no verla.Ojos que no ven....pero sí que sienten. Y siempre termino mirando, porque soy curiosa. Menos mal.
Espejito, espejito. Sólo tengo que mirarme a los ojos y tengo todas las respuestas. Pero no soy yo, es el espejito, que es mágico.

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