(...) No puedo elegir, me quedo aquí,
entre olas verdes y montañas azules

(Kirmen Uribe)

jueves, 13 de febrero de 2014

Perdone usted que le sonría!!




Una vez un policía local fue amable conmigo. Alguna vez me lo recuerdan los niños: "mamá te acuerdas ese día que aquel policía local fue tan majo...". No ha sucedido nunca más, por eso los niños y yo conservamos aquel hito en nuestra memoria de las cosas extraordinarias.
Ya hace un par de meses que no me ponen ninguna multa, aunque el mérito es mío, lo tengo que reconocer, no me canteo ni un pelo. Aún así nunca estás a salvo del todo.Siempre hay un motivo, y si no, se busca. El tema es que no me molesta la multa en sí. Si me la tienen que poner, pues que me la pongan. Lo que si que creo que se podría mejorar es la relación multado-multador. Debería ser más cordial. Ellos están trabajando, yo estoy infringiendo alguna ley importante, sin mala intención, eso si. Pues ya que tenemos que trabajar juntos, debería ser  todo mucho más friendly. No estaría de más un buenos días con una sonrisa. Una explicación de la falta en condiciones, un diálogo bilateral, no esa especie de bronca-cara de perro que te cae por dejar el coche 5 minutos en la puerta del cole para recoger al niño. Si, ya sé que no tengo perdón de Dios, pero un poco de amabilidad, de formas, no vendría mal. Eso de que te hablen sin mirarte perdonándote la vida, te pone en una situación de ser inferior, sin derecho a vivir, ni a hablar, ni mucho menos a preguntar...por dios, por dios....hasta me pienso lo de respirar en su presencia.
Tiene que ser duro para ellos estar todo el día con esa cara hasta el suelo, con esa gravedad, con ese gesto contenido que llega a desagradable la mayoría de las veces. Yo preferiría un poco de amabilidad. O simplemente de humanidad. El panadero vende pan, el profe enseña, el poli multa....bueno, es su trabajo. Y el trabajo hecho con una sonrisa nos hace inmensamente más felices.
Creo que les vendría muy bien aprender a multar con amabilidad, como cuando yo tengo que decirle a un cliente que no es posible darle la solución que le gustaría. Se lo tengo que decir y sé que no le va a gustar, pero no pierdo la sonrisa, intento que lo entienda, se lo explico, me pongo en su lugar y procuro ofrecerle alternativas. Les escucho todo lo que haga falta, porque sus razones son importantes....y algunas veces hay que decir no. Eso es la asertividad, relacionarte con los demás entendiéndoles, sin que eso suponga renunciar a tus creencias, o a tu postura o a tu verdad.
Parece que decir que sí es ser bueno y amable, y decir que no es ser borde y egoísta. Es como una verdad universal.
Una de las veces que me multaron le sonreí al policía, suelo sonreír, pero esta vez él se dio cuenta y me preguntó: ¿tiene algún problema?....en ese caso me di cuenta de que la respuesta debía ser : No, ninguno, dicho con cierta seriedad y tono reverente. Es una pena, no se dejan querer, pensé....fomentan la bordería. Claro, luego, si dejo que eso me afecte, voy yo y me comporto como una borde con el primero que me encuentro. La mala leche es muy contagiosa. Afortunadamente me niego a que el comportamiento de los demás condicione el mío.
Así que, mientras ellos reparten multas, yo seguiré repartiendo sonrisas.....aún a riesgo de que lo consideren una falta de respeto a la autoridad. Siempre viviendo al límite. Cualquier día  un policía me multa con una sonrisa, y entonces, si, ese día sí, la pago en efectivo, allí mismo.

2 comentarios:

  1. Deberíamos sonreir más, pero a veces cuesta, sobre todo cuando tienes que dar malas noticias. ¿Cómo voy a decirle a un alumno que le voy a poner una amonestación sonriéndole...? ¡Pensará que me cachondeo de él!
    Salu2 rientes, Maite.

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  2. Eso podría ser hasta una provocación.....pero estoy segura de que res educadísimo con ellos, aunque les amonestes...
    Bss

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